El cautiverio de los franceses derrotados en Bailén, que transcurrió en condiciones infrahumanas en los pontones o barcos inutilizados empleados como cárceles en Cádiz, ha sido revisado por el profesor, historiador e investigador ubetense Vicente Ruiz García cuando todavía se cumple el bicentenario de la Guerra de la Independencia.
‘Los pontones de Cádiz y la odisea de los soldados derrotados en la Batalla de Bailén, 1808-1812’ es el título del estudio de Ruiz García, que tras su reciente presentación en la Antigua Cárcel Real de Cádiz, este jueves, 20 de noviembre, se presentará en el Hospital de Santiago de Úbeda. Un lugar que, curiosamente, «guarda relación con este oscuro episodio de la Historia de España», según el autor, quien invitó a sus paisanos a descubrirlo asistiendo al acto.
Este trabajo se hizo con la decimocuarta edición del Premio de Investigación’ Historiador Jesús de Haro Malpesa’ que convoca la asociación cultural que lleva el mismo nombre y cuya sede se encuentra en Bailén. A juicio del jurado, que le galardonó con 3.000 euros y la publicación del trabajo concretada ahora, Vicente Ruiz destaca «por su buen hacer a la hora de analizar los hechos ocurridos en aquella época en Bailén». También subraya la buena estructura de la investigación desde el punto de vista metodológico. Y alaba «su aportación al conocimiento de un episodio tan luctuoso» así como «la recopilación de datos para unos hechos conocidos pero retirados al fondo de nuestra memoria histórica, en donde los países intervinientes se escudan en reconocer su participación».
«Sus aportaciones desde distintos puntos de vista sobre el mismo hecho, la utilización de un lenguaje adecuado y ameno que facilita la lectura y la hace accesible, la gran cantidad de pies de páginas, bien estructurados, claros y concisos, que amplían la información, como también su extensa bibliografía, le hacen valedor de tal premio», añade el acta del jurado, donde se asegura que, en definitiva, es «un trabajo de investigación completo».
Una historia dura
Ruiz García explicó que la mayor parte de los 20.000 prisioneros cautivos de Bailén fueron hacinados hasta en ocho pontones en la Bahía de Cádiz, a la vista de la ciudad y a razón de entre 1.200 y 1.300 hombres por pontón, casi el doble de la capacidad de un navío de línea incluyendo tripulación y tropa.
Desde la Navidad de 1808 hasta finales de 1810 permanecieron franceses cautivos en los pontones, en condiciones tan inhumanas que escandalizaron a la población de Cádiz, temerosa de la fiebre amarilla, que ya asoló la ciudad en 1800 y por la que se llegó a rechazar el pescado de la bahía (se creía que engordaba con los cadáveres que continuamente caían de las cárceles flotantes).
Según el historiador, la mortandad se disparó en los pontones, donde los cautivos llegaron a comerse sus botas, correajes y mochilas, y la situación empeoraba con sus intentos de fuga asaltando la barca-aljibe que los proveía de agua y escasas provisiones, ya que ese suministro se ralentizaba tras cada intento de asalto.
«España no estaba preparada para atender a aquel número de cautivos, ni para responder al mejor ejército del mundo, ni siquiera estuvo preparada para ganar la batalla de Bailén, lo que causó sorpresa en toda Europa, porque fue la primera derrota de Napoleón en campo abierto», según Ruiz García.
El historiador trata de responder con su estudio a la historiografía francesa, que considera inhumano el trato dado a los cautivos franceses. Así, incluye un análisis de la falta de capacidad operativa y de recursos de las autoridades españolas, que sufrían la invasión del país, salvo Cádiz y los archipiélagos.
La mayor parte de los presos, tras su paso por los pontones de Cádiz, fueron enviados a Baleares, donde las autoridades de Mallorca y Menorca se negaron a recibirlos por miedo a la fiebre amarilla y fueron abandonados a su suerte en la desértica isla de Cabrera, donde, según Ruiz García, «sobrevivieron como ‘Robinsones’, alimentándose de las ratas que cazaban».
De los 4.600 prisioneros que llegaron con vida a Baleares sólo unos 300, enfermos, fueron admitidos en un lazareto de Menorca, isla gestionada entonces por Inglaterra, aliada de España. Un pequeño contingente, el de los más afortunados, fue enviado a Canarias, donde se precisaba mano de obra. Allí se integraron con la población, hasta el punto de que, terminada la guerra, la mitad de ellos rehusaron embarcar hacia Francia.
Leyenda negra
Supervivientes de Cabrera, al regreso a Francia tras la guerra, escribieron memorias contando sus penalidades y levantando «una nueva leyenda negra contra España», lo que ha hecho que historiadores posteriores califiquen la isla como «el primer campo de concentración de la historia», calificativo que Ruiz García rechaza porque no existió intencionalidad ni previsión alguna.
Según el historiador, de aquella desgraciada gestión del cautiverio también fueron responsables Inglaterra, que impidió que se cumplieran la capitulaciones de Bailén para que los presos no regresaran a Francia y engrosaran las filas napoleónicas, y el propio Napoleón, que «no movió ni un dedo» por los cautivos, seguramente tratando de olvidar la humillación de Bailén.
Vicente Ruiz García es profesor de Historia de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) e imparte clases en el instituto Gil de Zático de Torreperogil. Ha sido galardonado con distintos premios de investigación de prestigio. Junto al de la Fundación ‘Jesús de Haro’ por ‘Los Pontones de Cádiz y la odisea de los soldados derrotados en la batalla de Bailen (1808-1812)’, recibió el Premio Iberoamericano Cortes de Cádiz del Mar por el trabajo titulado ‘El último tesoro de Nueva España’ y el Premio Internacional de Investigación Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias por ‘Las Naves de las Cortes (1808-1812). El último servicio de la Marina de la Ilustración’.